miércoles, 25 de junio de 2014

Alquiler

Hace tiempo que no experimento la felicidad completa. Alguien la encontró en mi para destruirla.
Hace meses que no me relaciono con esa porción de mi día, que al comienzo era diminuta. Pero hoy es un gorro muy pesado que me mantiene la cabeza agachada en cada paso que doy. Por momentos mi voluntad puede hacer la fuerza necesaria para poder mirar hacia adelante, pero es el gorro quien hace que mi corazón se acalambre y vuelva a mirarme los pies, frustrado.

Con lagrimas confieso que ya no recuerdo lo que es el autoestima, hace meses que lo tiño de confianza y lo visto de proyectos, pero es en vano... el autoestima sólo parece ser un maniquí que porta adornos, inerte.
Hubo un punto que encontré el amor, enseguida de la derrota y el dolor de abrir los ojos para ver que había cometido una terrible decisión, y que aún no había tomado las peores. Enseguida de volver a ser libre, me enamoré y el mundo oscuro quedó atrás.

Todo parecía estar muy colorido, mis pulmones tomaban el doble de aire, mis pies se sentían más ligeros, mi sangre hervía de felicidad. Aún así, sucedía que tenía un corazón destrozado por reparar. No encontré la confianza suficiente para dar un paso importante, porque sentía que tenía mucho para reparar en mi pecho.

No sólo que mi corazón había sido habitado por un inquilino moroso, sino que lo dejó en la miseria y no tuve el tiempo de acondicionarlo, porque ya enseguida vino un nuevo inquilino con unas balijas gigantes a quedarse por un buen rato.

Pasó el tiempo y no pude dejar la casa vacía, me paraba en la puerta de mi corazón y no me daba el ánimo para golpear la puerta y dar una explicación, porque enseguida que miraba para adentro, el tiempo se detenía al verla a ella, quien lucía como un pez en una pecera que no se daba cuenta de los ojos que la quemaban.
A un punto del día, la rutina empujaba y debía abandonar el domicilio, y seguir con otras cosas
Y postergar lo del corazón... y lo del inquilino.

Y así siguen mis días, pero el inquilino no está.
Ahora sólo me queda una choza destruida, venida a escombros, con equipaje de ella, que simplemente dejó de aparecer.

Mi corazón está vacío y roto, y aún no encuentro manera de levantar cimientos nuevamente.
Tengo los planos, y sé muy bien que el albañil capacitado soy yo.

Pero me rehuso a mover un solo ladrillo si es que ella no va a volver, aunque sea a llevarse sus balijas... y pagarme lo que me debe de alquiler.